Tenía trece años la primera vez que visité unas cuevas.
Para mí fue como entrar en otro universo.
Un universo repleto de infinidad de formas y colores, de brillos y matices. Cientos de esas caprichosas formas estaban suspendidas en el aire, otras se deslizaban hacia el cielo y muchas más reptaban por el suelo, tapizadas todas ellas por miles de gotas de agua que, al iluminarse, semejaban a un cielo plagado de estrellas.
«El reloj de Piedra», óleo sobre lienzo. 130 x 89 cm
El tiempo se detuvo, el Presente y Pasado se convirtieron en uno. Es una sensación similar a cuando contemplo el cielo nocturno, porque me doy cuenta de que alguna de las estrellas que veo ya no existen, murieron hace muchísimo tiempo. Paradójicamente, nosotros las estamos viendo, aunque en realidad estamos contemplando la luz que emitieron hace miles de años.
Es un concepto sobrecogedor.
No solo me deslumbra su belleza, para mí las cuevas son una ventana al Pasado.
¿Pero cómo poder expresar estas ideas y sensaciones en una imagen? En realidad la figura nos lo está enseñando; nos encamina hacia un rincón en la cueva, aquel cuyo significado da sentido a esta obra. Nos descubre una oquedad cuya forma nos recuerda vagamente a un reloj de arena. En ella se están formando una estalactita y una estalagmita gracias al goteo continuo de pequeñas gotas de agua que, igual que la arena del reloj, van marcando el paso del tiempo.
Cada obra que imagino la inicio con un pequeño boceto en papel. La composición de la imagen ha de ser lo más sencilla posible que me permita ver las proporciones de los elementos. En esta ocasión me apoyé en «la espiral de Fibonacci», porque me interesaba mucho que la mirada del espectador estuviese centrada en la figura y el reloj, dejando el resto de la cueva para una atención posterior.

Boceto en lápiz sobre papel.
Después realicé un estudio de color para ver como encajaba todo, las luces, sombras y los colores. Con esto consigo tener una imagen en miniatura que me indique como puede quedar la obra una vez finalizada. Aquí es importante dedicar tiempo porque de ello va a depender el resultado final. Si la obra no funciona en miniatura, no funcionará en el lienzo.

Estudio de color (óleo sobre lienzo, 21 x 29 cm)
Una vez que tengo el esbozo dibujo la imagen sobre el lienzo con lápiz, y a continuación lo cubro con una capa de grisalla en tonos tierra para definir los volúmenes de toda la cueva.
Sobre esta capa se van pintando, ya con color, todos los elementos de la imagen, cada estalactita, cada estalagmita, la figura y el reloj, para terminar incorporando la luz que se descuelga desde el techo.

Grisalla

Primera capa de color

Fase intermedia
La cueva, tal cual aparece en el cuadro no existe, es una composición propia, aunque tomé como referencia «la cueva de los franceses», situada en la provincia de Palencia. Me permitieron realizar una sesión de fotos y de ella extraje la mayor parte del material que empleé para el cuadro.
La figura pretende evocar un lugar atemporal pero que se sienta antiguo, por ese motivo no lleva ningún ropaje que pudiese identificar la época. En su lugar se envuelve solamente con una manta, libre de cualquier adorno. En cambio lleva una lucerna, en vez vela, antorcha o candil, para representar algo ancestral.

Detalle
El pintar este cuadro ha sido un proceso muy complejo por varios motivos, el primero la imposibilidad de pintar al natural en una cueva. Yo suelo pintar con referencias fotográficas pero, en este caso, las fotografías de las cuevas no captan, ni de lejos, la escena como el ojo humano. Hubiese sido necesario llevar a la modelo a la cueva, encender una vela y hacer un estudio de color. Logísticamente fue imposible, así que el estudio tuve que hacerlo situando a la modelo en una habitación oscura, imaginando como se proyectaría la luz dentro de la cueva.
Otro problema surge al pintar una obra en tonos oscuros.
En óleo, los colores oscuros como el negro o tierra sombra, tienden a volverse grises y mates cuando se secan. Eso dificulta enormemente el seguir trabajando en el cuadro,
ya que no se distinguen los volúmenes que estaban previamente pintados. Hay que recurrir a algunos trucos para poder recuperar esas zonas (capas muy finas de aceite, medio o barniz de retoques)

Las flechas rojas indican las zonas que se han secado perdiendo color y volumen. La flecha negra señala la parte que está recién pintada, ahí si se puede apreciar las formas y volúmenes.
Otra dificultad fue encajar el «reloj» dentro de una oquedad de la cueva sin tener ninguna referencia visual de lo que me imaginaba.

Detalle del "reloj"
Entrar en una cueva es como viajar al pasado, es trasladarse a un lugar ancestral que ha necesitado millones de años para llegar a ser lo que tenemos ante nuestros ojos. Una persona que viva cien años siempre verá la misma cueva ya que, durante toda su vida, las estalactitas solo habrán crecido un centímetro, teniendo la engañosa sensación de que el tiempo no ha transcurrido en las entrañas de la Tierra.
Somos nosotros, como humanos, los que podemos admirar, valorar y ser conscientes de lo que implica la formación de una cueva, del lento proceso que requiere. Nuestra vida es efímera comparada con los miles de años que lleva formándose. Es nuestra responsabilidad proteger la magnífica belleza que la Naturaleza ha sido capaz de crear gracias al lento transcurrir del tiempo.
Porque las emociones que nos provoca el sentir la belleza, es lo que nos hace humanos.
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